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Una apuesta entre colegas

Experiencia por: @David_el_Homo 
Categoría: Ficción
Fecha: 18/02/23

Estaba nervioso. Maldita la hora en que había aceptado la apuesta. No pensé que me hiciera cumplirla, la verdad, pero cuando Moi me recordó al día siguiente que me tocaba obedecerle durante 24 horas por haber perdido, me quedé blanco. Durante la mayor parte del día, me tuvo de mayordomo, básicamente: hacerle la compra, limpiarle la casa, llevarle bebidas, masajearle los pies… Humillante, sí, pero nada insoportable. La primera señal de alarma la noté a las 19:30 de la tarde, cuando cogió ropa de su armario y me la acercó.
-Toma, dúchate y ponte guapo -me dijo-. Hoy es el cumple de mi colega Nacho y te vienes conmigo.
Quise pensar, por un segundo, que quizás así se daba por terminado el castigo pero aún así, no me dio buena espina tener que quedar con más gente.
La fiesta de cumpleaños era en casa de Nacho. Al llegar, Moi me presentó al anfitrión y a dos de sus amigos que habían llegado antes que nosotros. Nos sentamos en el salón a tomar una birras y, al ver que no sucedía nada extraño, me relajé. Moi no iba a ser tan cabrón de tratarme como un sirviente allí delante de otros.
-¿Queréis otra? -ofreció Nacho al levantarse para recibir a otros dos colegas que entraban.
-Deja, deja -dijo Moi-. Ya nos las trae Miki, que hoy está pagando una apuesta.
Me quedé bloqueado. Supongo que me puse rojo porque la cara empezó a arderme de vergüenza. Los seis me miraron. Yo solo miré a Moi, rogándole con los ojos que no me hiciera aquello.
-Venga, Miki -insistió-. ¡A cumplir!
Me levanté despacio, avergonzado, y me salió una risa nerviosa mientras acerté a decir: “qué cabrón eres…”.
En la cocina respiré profundo varias veces, convenciéndome de que era lo que me tocaba. No podía echarme atrás ahora que todos sabían de la apuesta. Me insistirían y sería peor. Al fin y al cabo, era mejor tomármelo a risa, jugarlo. No era tan malo estar de sirviente un rato. Volví al salón con las cervezas. Todos se estaban riendo mientras Moi les contaba que me había tenido de “chacha” todo el día. Fui a sentarme pero:
-No, no -me dijo Moi quitándome mi cerveza de la mano-. Dile tu idea, Xavi.
¿Cómo? ¿Los demás también iban a participar?
-Nada -dijo Xavi-. Le he dicho que por qué no te manda despelotarte.
Todos se rieron. Incluso yo, que pensé que era una broma.
-Va en serio, Miki -dijo Moi-. Vete quitando ropa.
-Pero no seáis cabrones -dije-. Yo os traigo las cervezas y os sirvo las copas, pero no me jodáis.
-Una apuesta es una apuesta -dijo Nacho.
-Venga, Miki -insistió Moi-. No seas nenaza y quédate en pelotas.
Podría haberme negado y marcharme, pero la vergüenza de que me tomaran por cobarde no me dejó. Los primeros silbidos empezaron al quitarme la sudadera. Brindaron y bebieron mientras me despojé de zapatillas, pantalones y camiseta. Me paré en los
boxers.
-No, no -dijo el chaval pelirrojo, del que no recuerdo el nombre-. Todo.
-Ya has oído -dijo Moi con una carcajada maliciosa-. En bolas.
Sé que estaba rojo de vergüenza cuando me bajé los calzoncillos, aunque hice lo que pude para taparme con las manos.
-Manos en la cabeza, chacha -me ordeno Moi-. No ocultes nada a mis colegas.
De pronto estaba allí, completamente desnudo, delante de seis tíos que me miraban y comentaban y hacían bromas sobre mi polla. Estaba nervioso y la tenía encogida. Me sentí humillado, y extrañamente excitado. Me aplaudieron y me dejaron sentarme al fin a beber. Desnudo, eso sí; tendría que estar así toda la fiesta.
Durante un par de horas aprovecharon para pedirme que trajera cosas de la cocina, y más de un azote a mano abierta me dieron al pasar, por las risas. La situación era extraña, pero fui relajándome. En un par de ocasiones se me puso morcillona. La situación me estaba dando más morbo de lo que quería que notaran, y trataba de ocultárselo, pero en una de las veces que fui a rellenar copas, Nacho se dio cuenta.
-¡Le está gustando! -dijo a carcajadas. Me tapé, pero me hicieron apartar las manos de nuevo para que todos pudieran ver mi incipiente erección.
Moi me pidió que desfilara delante de todos con las manos en la cabeza, y que fuera uno a uno presentándoles mi polla. “Mi rabo está contento de verte”, tenía que decirle a cada uno cuando me ponía enfrente. Algunos lo me palmearon, Moi me agarró de los huevos, yo estaba cada vez más avergonzado de sus risas, y cada vez más cachondo.
Ahora todos sabían de mi punto exhibicionista, y aquello no sabía cómo digerirlo.
Se les ocurrió un juego: me sentaron en una silla y eligieron turnos para masturbarme. Cada uno tenía un minuto. El que lograra mi corrida, no pagaría ninguna copa en el pub al que tenían pensado ir después. Era humillante dejarme tocar por todos, pero mi polla no creía lo mismo. Uno a uno me fueron bombeando, me echaron aceite en el glande a la tercera ronda; a la quinta ronda estaba tan a punto que decidían parar cuando me notaban el rabo muy hinchado. Al comienzo de la sexta ronda, fue Nacho el que logró que me corriera. Todos aplaudieron, y le cantaron el cumpleaños feliz mientras yo aún seguía expulsando semen.
Me dejaron ir a lavarme, pero antes de permitirme vestirme para salir al pub, me obligaron a hacerme una foto en grupo: yo desnudo, ellos vestidos.
El resto de la noche fue tranquila, aunque la foto fue pasando de móvil en móvil (entre los siete), e incluso se la enseñaron a gente delante de mí. Pero yo ya estaba muy borracho como para que me importara.
Fue una noche divertida, al final.

 

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